“La motivación es importante porque
la razón que te lleva a hacer una cosa influye en tu modo de
hacerla, en la persona a quien se la haces o por quién lo haces. Y
en lo que consigues al final.”
Decepcionante y aburrido.
El anterior libro que leí de Nora
Roberts me gustó tanto que me lancé a por otro sin pensarlo
demasiado. Pero este libro no me ha gustado nada aunque tienen en
común la misma estructura general: una historia de intriga, una
historia de amor y una profesión explicada con todo detalle.
También comparten otros elementos:
viven en sitios idílicos rodeados de naturaleza, el amor se gesta en
situaciones límite, empiezan la relación como un rollo esporádico
(“conversación, compañía, y sexo”) para acabar siendo almas
gemelas y están patrocinados por una marca de refrescos de cola (el
nombre de este refresco aparece innumerables veces y para los
protagonistas beberlo es tomar una magnífica ambrosía).
Para empezar los protagonistas no me
han gustado demasiado, el misterio sobre el asesino en serie es
bastante pobre, aunque al final cobra algo de fuerza y suspense, los
personajes secundarios están de relleno y no tienen mucho interés,
y, por si ésto fuera poco, los perros no me gustan.
Me he identificado con Erin Mantz, la
agente del FBI, cuando dice: “No me gustan los perros... por el
aliento perruno, los arañazos, los dientes afilados”.
Me imagino que para los amantes de los
perros este libro será perfecto porque la autora vuelve a hacer un
gran trabajo de documentación y se explaya sobre el trabajo de un
entrenador de perros para el rastreo y búsqueda de personas, explica
al detalle el mecanismo de una clase de entrenamiento para perros,
los trucos a utilizar para su adiestramiento, cómo atajar conductas
y comportamientos indeseables y en cómo aplicar la psicología
canina en el trato con las demás personas y en la superación de los
miedos.
Tuve la impresión de que en cualquier
momento saldría César Millán, el encantador de perros
diciendo: “Rehabilito perros, entreno personas”. Pero no. Fiona
es el líder de la manada y para ello necesita algunos requisitos:
no tener miedo ni nervios, tener iniciativa y poder.
Fiona Bristow, de 29 años, vive en la
idílica isla de Orcas, Seattle, junto a sus tres perros: Peck,
Newman y Bogart. Se gana la vida como entrenadora de perros y es
voluntaria de la Unidad Canina de Búsqueda y Salvamento.
Lleva una vida tranquila aunque ha
tenido dos experiencias traumáticas. Hace años fue secuestrada
mientras corría por un parque, milagrosamente consiguió escapar
convirtiéndose en la única superviviente del “asesino del pañuelo
rojo”, un psicópata que en tres años secuestró y asesinó a 12
chicas, todas universitarias y deportistas, entre 18 y 23 años. Como
venganza a su fuga, el asesino mató al prometido de Fiona, un
policía llamado Greg Norwood y al perro de éste.
Para superar esta tragedia se refugia
en la isla y en su amor a los perros. Hasta que aparece un nuevo
vecino, bastante atractivo claro está. Simon Doyle, de 33 años, es
un gran ebanista y un lobo solitario que busca silencio y paz para
dedicarse a su trabajo y recuperarse de una tortuosa relación con
una famosa cantante de rock.
Su madre le regala un cachorrito,
Tiburón, que se ha propuesto destrozarle la casa y no dejarlo
trabajar. Desesperado, llama a la puerta de Fiona buscando ayuda.
Los protagonistas no pueden ser más
diferentes. Ella, fuerte física y mentalmente, resistente, de buen
humor, sociable, expresiva, bondadosa, obsesionada con el orden y la
limpieza... Él, todo lo contrario, desorganizado, solitario,
reservado a la hora de expresar sus sentimientos, protector, sincero,
poco romántico... Pero la chispa surge entre ellos y tendrán que
esforzarse para superar su incompatibilidad.
Cuando su vida empezaba a repuntar,
empieza una nueva ola de asesinatos que apuntan al “Asesino del
pañuelo rojo”, aunque hay un pequeño inconveniente: Perry, el
asesino, está cumpliendo cadena perpetua. Fiona deberá enfrentarse
a un imitador que quiere acabar el trabajo que Perry empezó.
Aunque el libro se me ha hecho muy
pesado y lo he leído con desgana, me ha gustado el final, sobre todo
cuando el segundo asesino deja de imitar a su mentor y adquiere su
propia personalidad. Aunque ya sabías el resultado final, la autora
consigue darle emoción y cerrarlo de una forma sencilla y creíble.
Como dije, para los amantes de los
perros será un libro muy interesante y para los que no lo somos
tiene algo bueno (hay que ser positivo): lo terminas pronto porque
puedes saltarte capítulos enteros en los que no pasa nada.
Por ahora me tomaré un descanso con
esta autora aunque seguro que vuelvo a leer algo de ella, con una obra tan
extensa habrá que elegir con más cuidado.
“Un adiestrador tiene el don de
juzgar el carácter y las aptitudes. Debe reconocer los límites y
las patologías de los sujetos a quienes adiestran”