martes, 31 de julio de 2012

"El señor de las llanuras" de Javier Yanes


“La vida no nos lleva por donde queremos... A veces sabemos adónde nos gustaría llegar, pero no hay camino para llegar hasta allí. Tenemos que conformarnos con quedarnos donde estamos, y mirar la roca desde lejos.”







Este libro me pareció irresistible. Una portada maravillosa, de las que sugieren serenidad y melancolía, un título atrayente y una frase definitiva en la contraportada: “Mi abuelo me contaba historias de África...”

Tengo la sensación de haber leído dos libros diferentes. Una primera parte, que transcurre en Europa, brillante, con un argumento muy interesante y un sentido del humor excelente, que devoré de un tirón. Una segunda parte, ambientada en Kenia, que se me hizo pesada, lenta y muy aburrida. La parte africana de la historia que fue la que actuó como un imán para que sacara este libro de la biblioteca ha resultado ser interminable.

Se nota el conocimiento, el respeto y el amor que el autor siente por Kenia, por lo que es perfecto para conocer sus costumbres, habitantes, historia, paisajes, problemas...

El protagonista es Francisco José Mencía, más conocido como Curro, periodista, de 24 años.

Cuando Curro descubre que sus padres han puesto en venta “Lux Domini”, la casa de Torrelodones donde pasó su infancia, siente la necesidad de recuperar todos los recuerdos de su niñez y, especialmente, de saber qué fue de su misterioso abuelo Hamish.

La familia conoce una parte de la historia de amor entre Eugenia Mencía, Uke, y Hamish pero aún hay cabos sueltos que no encajan.

Uke, una chica bien poco interesada en el matrimonio, se enamora de un aventurero escocés de paso por Madrid, Hamish Sutherland. Cuando ella queda embarazada, en el año 1931, él se marcha a Kenia.

Fenando, el padre de Uke, considera que lo mejor para no manchar su reputación es marcharse de España, tener al niño en el extranjero y volver al cabo de unos años como una respetable viuda. En su huida visitarán Francia, Suiza y Austria, donde vivirán unos años y criarán a un inquieto niño de pelo rojo, Fernando Andrés.

En el verano de 1939, vuelven a Lux Domini, la casa familiar en la que vivirán todos juntos: bisabuelo, abuela, hijo y nietos.

La abuela Uke, con su energía, alegría e historias marcarán la infancia de Curro y le harán plantearse muchas preguntas: qué clase de vida y de muerte tuvo su abuelo.

Hamish es un personaje clave en la historia de su familia, sembró una semilla que marcó el destino de todos y Curro siente la necesidad de saber la historia completa para cerrar el puzzle familiar. Tiene claro que él es la pieza que dará sentido a las peripecias familiares: su desaparición en los años 30 cambió el rumbo de Uke, su aparición en Torrelodones en el año 1971 cambió el rumbo de sus padres, su aparición ahora, quizás, pueda suponer otro cambio de rumbo para todos. Para encontrarlo emprende una investigación siguiendo los pasos de sus abuelos, hablando con sus conocidos, leyendo sus trabajos y documentos y buscando sus huellas en África.

Paralelamente a sus investigaciones, el protagonista vivirá una historia de amor con una compañera de trabajo, Mónica.

El libro tiene un comienzo muy interesante, bien escrito y divertido, en el que conocemos la historia familiar, repleta de secretos, amores imposibles, contratiempos, malentendidos. Su viaje por Europa nos permite conocer los efectos que el nazismo tuvo en los judíos de Austria, su amistad con personas de todas las clases sociales nos da la oportunidad de conocer personajes pintorescos y muy originales (Delsey, el señor Molnàr, Makena, Vicente, Celestino Posadas, Ken) y su viaje por Kenia nos hace revivir el inmortal paseo en avioneta sobre la sabana africana de “Memorias de África”. Como he dicho antes, la parte que transcurre en Kenia me ha parecido muy aburrida pero en conjunto me ha sorprendido gratamente.

Me apuntaré la segunda novela de este autor en la lista deseables para cuando haga turismo bibliotecario porque “Si nunca llego a despertar” no está en ninguna biblioteca de mi provincia.

Hamish tocaba el violín y la canción con la que sedujo a Uke, y que ella escuchó hasta su último día, fue el Intermezzo de la "Cavalleria Rusticana" de Pietro Mascagni.







Entradas relacionadas

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...