¿Cómo habría sido si las cosas
hubieran transcurrido de forma diferente?
El prólogo y el principio de este
libro me dejó en un estado catatónico de melancolía. Me ha
sorprendido su lenguaje evocador y sugerente, la forma tan
descriptiva y poética que la autora tiene de escribir y su capacidad
para convertir recuerdos sencillos y cotidianos en algo mágico.
Se inicia con una cita de W.B. Yeats
que marca el tono emocional de lo que nos encontraremos: “Cuando ya
seas vieja y canosa, y con sueño des cabezadas junto al fuego, coge
este libro y léelo soñando con la mirada suave que tuvieron tus
ojos, y con sus hondas sombras”
Elizabeth Lowe, o Erzsébet, es una
joven inglesa de 30 años, vive en Londres y trabaja en una galería
de arte.
Está esperando la visita de su padre,
David, un hombre tímido y triste, con el que tiene una tensa
relación. David le trae una sorpresa: un paquete enviado desde
Hungría. Después de una gran pelea con su padre, se debate entre la
curiosidad por abrirlo y el rechazo a saber lo que contiene.
Al fin se rinde a la intriga y lo abre.
Su contenido es una carta y un álbum. En la carta, Zoltán Károly,
le comunica que su madre, Marika, ha muerto. El álbum, llamado “El
libro de los veranos”, es el legado de Marika y sólo contiene
fotografías. Las fotografías se tomaron a escondidas (“parecen
secretos susurrados”) durante los siete veranos, de 1991 a 1997,
que pasaron juntas en Villa Serena, junto al lago Barateon. Estas
imágenes llenas de complicidad y felicidad traerán a su memoria una
serie de recuerdos que le permitirán recuperar unos años de su
infancia que decidió olvidar.
Erzsi nos irá narrando la historia de
su vida que fue más o menos apacible hasta que a los 16 años
descubrirá un doloroso secreto que la hará romper cualquier
contacto con Marika y con todo aquello que le recordara a Hungría.
La novela es un análisis detallado de
la infancia, las relaciones familiares, los recuerdos, el primer
amor, los días de verano infantiles, el paso de la niñez a la
adolescencia, la rebeldía, los descubrimientos sobre la vida de los
adultos que nos rodean... que poco a poco nos sumerge en un estado de
melancolía, de nostalgia y de pérdida.
Desde el principio el libro me encantó
pero llegó un momento en que se empezó a hacer bastante repetitivo.
Vamos conociendo su vida año a año, un verano tras otro, anécdotas
y situaciones que se parecen bastante entre sí, que para mí fueron
un bache en su lectura. Por suerte, las descripciones detalladas, al
mínimo detalle, de sus vacaciones infantiles son compensadas con
párrafos sobre su vida actual y todo está rodeado de una intriga,
que se mantiene hasta el final, sobre cuál es la herida que no puede
cerrar y la gran ofensa que no puede perdonar.
Se nota la adoración que la autora
siente por Hungría, de la que se da una visión romántica y mágica
, pero de igual forma se puede idealizar cualquier sitio en el que
hayamos pasado los veranos de nuestra infancia.
En una entrevista que leí Emylia Hall
dice: “Es la tragedia de la vida, que nunca podamos volver a vivir
lo que estamos viviendo, es necesario reconciliarse con los propios
recuerdos para darle sentido a tu vida, saber de dónde vienes y qué
eres”.
Para mí ha sido una lectura muy
agradable que te hace emocionarte, pensar, indignarte con algunos
comportamientos, soltar alguna lágrima y acabar con una sonrisa de
esperanza. Aunque a veces es algo aburrido por repetitivo y porque en
realidad no pasan grandes cosas, simplemente páginas y páginas con
detalles sobre la cotidiana.
Contiene espoilers
No he llegado a conectar con la
protagonista. Puedo entender su comportamiento a los 16 años, cuando
le cuentan el gran secreto tiene una reacción comprensible pero
después cuando, se supone, madura no logro comprender cómo no es
capaz de reconocer y valorar el amor desinteresado, sincero y firme
que recibió de Marika durante 16 años.
El misterio no era para tanto,
especialmente cuando fue una niña amada, protegida y mimada. No me
extraña que Erzsi se convirtiera en una adulta tan triste ya que por
su orgullo perdió la oportunidad de aceptar un amor maternal que le
entregaban sin exigirle absolutamente nada.