sábado, 26 de mayo de 2012

"La noche del oráculo" de Paul Auster

“Si me dieran a elegir entre ir adelante o hacia atrás, yo desde luego no lo dudaría. Preferiría con mucho encontrarme entre los que ya no viven que con los que aún no han nacido... ¿Cómo resistirse al impulso de volver a encontrarse con los seres queridos que ya no están con nosotros?”





Me encanta como escribe Paul Auster, su estilo es ágil, sencillo pero cargado de sentimientos, de dobles intenciones y de originalidad. En un principio parecía un simple triangulo amoroso salpicado de relatos cortos inventados por los dos escritores, pero para un genio como Auster eso es demasiado típico así que al final le dio un giro, convirtiendo la novela en un laberinto de historias lleno de personajes muy particulares en el que la imaginación y la realidad van unidas.

Sidney Orr es un joven escritor de 34 años, casado con Grace, que se está recuperando de una grave enfermedad, a la que sobrevivió contra todo pronóstico médico. El 18 de septiembre de 1982 paseando por Brooklyn encuentra una pequeña librería regentada por el señor Chang, “El Palacio de Papel”, en la que compra un misterioso cuaderno con las tapas azules.

Poco antes su gran amigo John Trause, un famoso escritor, le había hablado del personaje de Flitcraft, creado por Dashiell Hammett y que aparece en “El halcón maltés”, quien después de escapar milagrosamente de la muerte toma la decisión de cambiar radicalmente su vida sin dar explicaciones a nadie. Esta anécdota y su nuevo cuaderno le sirven de inspiración para volver a escribir. Empieza una historia protagonizada por Nick Bowen, un editor casado con Eva, que recibe el manuscrito perdido de Sylvia Maxwell, una famosa escritora en los años veinte, cuyo título es “La noche del oráculo”. Nick se siente inmediatamente atraído por Rosa Leightman, nieta de la escritora y propietaria del manuscrito, y después de salvar su vida por un pelo decide darle un giro radical a su tranquila existencia: se marcha de Nueva York, sin dar explicaciones a nadie, cogiendo el primer avión que sale del aeropuerto de La Guardia.

El manuscrito “La noche del oráculo” es una breve fábula sobre el paso del tiempo y sobre la predicción del futuro. Aquí el protagonista es Lemuel Flagg, un teniente inglés que ha quedado ciego a consecuencia de unas heridas de guerra. La ceguera le otorga el don de la profecía, un don que le hará conseguir grandes riquezas e influencias pero que también le proporcionará mucho dolor, un dolor que será incapaz de afrontar.

Además de estas historias, Sidney Orr nos va contando su propia vida, su historia de amor y su matrimonio con Grace, su amistad con John Trause, su relación con Jacob Trause, sus encuentros con el pintoresco señor Chang...

Como he dicho antes, es un libro muy original que te va manteniendo en tensión. Tiene un pequeño altibajo porque primero parece una cosa pero llegas a un punto en el que se convierte en otra cosa distinta. Te das cuenta de que ya no es la típica novela, tienes que cambiar tu forma de ver la trama, pensar en ella en conjunto porque todo está relacionado y todo tiene sentido.

El personaje de Sidney Orr me ha encantado, me enganchó en las primeras páginas cuando lo imaginas paseando por un Nueva York lluvioso y desapacible y me terminó de atrapar el gran esfuerzo que hace para volver a vivir, a escribir, pagar sus facturas y, especialmente, su relación con Grace, una chica oscura, llena de secretos que le pide a su marido una única cosa: “Sólo sigue queriéndome”. Por suerte para ella, el está decidido a cumplir con unas instrucciones tan simples sin plantearse nada más.

De la galería de anécdotas, pequeñas historias y personajes curiosos (Victory, Nick Bowen, Grace, el señor Chang, Richard...) me quedo con la de Richard y sus 12 fotografías.

Al acabarlo me vino a la cabeza una frase de mi adorada Isabel Allende: “Si escribo algo, temo que suceda, si amo demasiado a alguien temo perderlo; sin embargo no puedo dejar de escribir ni de amar…” Una frase que resume el sentido de este libro.

“Las palabras tenían la virtud de alterar la realidad y, por tanto, eran demasiado peligrosas”

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