Un libro precioso y emocionante.
Una de esas historias inolvidable que
seguro recordaré durante mucho tiempo.
Christian Langland, duque de Jervaux,
es un pendenciero y libertino que se resiste a cumplir la única
obligación que tiene en este mundo: casarse y tener un heredero.
Aunque es un gran mecenas que se encarga de patrocinar estudios,
investigaciones, universidades...
En una de sus investigaciones
matemáticas, colabora con un profesor ciego que necesita la ayuda de
su hija, Arquimedea Timms, para copiar y redactar las fórmulas y que
además es el enlace entre ellos dos. Maddy, de 28 años, es una
solterona cuáquera que vive para cuidar a su padre y para cumplir
los preceptos de su religión.
Por fin, todos se conocen la noche en
la que presentan sus descubrimientos en la Sociedad Analítica y
celebran su éxito con una cena en la casa del duque de Jervaux, de
la que ella sale profundamente impresionada. A la mañana siguiente,
cuando Maddy va a entregar una carta de agradecimiento se encuentra
con que el duque ha muerto en un duelo.
Sin la ayuda económica del duque,
Maddy y su padre deben abandonar Londres para trabajar en un
sanatorio mental dirigido por un familiar suyo. Allí deberá cuidar
de un paciente muy especial.
Nunca había leído a Laura Kinsale y
este libro me ha encantado. Destaco la originalidad del argumento,
los personajes perfectamente definidos, las personalidades de ellos
tan distintas (uno, egoísta, autoritario, hedonista, terrenal... y
otra, austera, generosa, espiritual...), con un abismo social entre
ellos pero destinados a superar cualquier obstáculo y a estar
unidas.
La forma de escribir de la autora es
capaz de hacernos sentir esta historia, de hacer que te la creas a
pies juntillas. Consigue que sientas el dolor y los esfuerzos
de Christian por ir recuperándose de su enfermedad, la rabia por no
poder defenderse, la lucha por ser libre; y el miedo, la timidez, las
ansias de adaptarse a otra forma de vida sin traicionar sus creencias
de Maddy. Además, tiene momentos llenos de humor como la anécdota
de ¡Mátele cuando lo necesite! Una gamberrada que te saca la
carcajada.
Muy bonito, aunque hay un momento en
que la historia se estanca con todas las dudas de Maddy pero cuando
vuelve a arrancar, ya es imparable.