Serie Departamento Q, número 3
Fantástico.
Después del pequeño bajón que noté
en su anterior novela, el autor vuelve con más fuerza en esta nueva
entrega de la serie.
Me ha gustado mucho su ritmo
endiablado, su estilo sencillo y ágil, la variedad de tramas
argumentales, un la mayor aparición de los personajes principales
(que en el anterior estaban prácticamente desaparecidos), los golpes
de humor, la crítica feroz a los fanatismos religiosos, las
continuas referencias a la situación social de Dinamarca (recortes,
despidos de funcionarios, protestas callejeras...) y la forma en la
que, al final, van encajando todas las piezas del puzzle.
En esta entrega, Carl regresa al
trabajo después de quince días de permiso. Desde que se creó su
departamento han investigado cinco casos: tres resueltos y dos sin
aclarar.
La policía escocesa les ha enviado una
botella con un mensaje dentro que fue recogida en John O'Groats, el
punto más alto de la costa de Escocia. El mensaje que contiene está
escrito en danés con sangre humana y es muy difícil de descifrar
por el deterioro de la condensación, además trae consigo una
maldición, “la peste de la botella”, ya que según la
superstición popular traen mala suerte porque el diablo está en la
tinta, esperando a que lo liberen.
Morck, Assad y Rose, comenzarán una
laboriosa investigación que los llevará hasta un peligroso criminal
y deberán hacer frente a herméticas sectas religiosas para saber la
verdad.
El autor vuelve a mostrarnos su gran
maestría creando una novela que mantiene la tensión de principio a
fin, unos protagonistas llenos de misterios, con personalidades
originales y muy entretenidas, que aunque son muy diferentes acaban
aceptándose y trabajando juntos como una máquina bien engrasada.