El libro podía haber dado mucho más de sí pero se ha quedado
en pasable.
Tokio, 1966. Barbara Jefferson es una joven profesora
norteamericana que da clases en la universidad japonesa Kodaira.
Su única amiga en Japón, Michiko Nakamoto, muere repentinamente
dejándole en herencia un arcón japonés con 20 botellas de licor de ciruelas. Todas las botellas están envueltas en papel de arroz e indican un año. Al abrirlas
descubre que el interior del papel está escrito.
Pensando que son los escritos académicos de su mentora decide
pedirle a Seiji, un amigo de Michi, que se los traduzca. Su sorpresa será
mayúscula cuando descubra que le ha legado los diarios personales de su
familia. A través de ellos conocerá la historia personal de su amiga y los
acontecimientos históricos que marcaron su vida.
La estrecha colaboración con Seiji les hará conocerse mejor y
empezar una complicada relación amorosa.
El arranque de la novela es muy intrigante: unos manuscritos
que cuentan la historia de tres generaciones de mujeres que vivían en Hiroshima
y sobrevivieron al ataque nuclear. Pero la historia se va desintegrando poco a
poco. Según avanza te das cuenta de que las tramas y los supuestos misterios no
van a arrancar.
Destaco todas las referencias a la religión, las leyendas,
las tradiciones, los haikus, algunos choques culturales... y, sobre todo, la
historia de los supervivientes de Hiroshima, llamados hibakusha.
Me ha gustado la forma de escribir de la autora pero no ha
sido capaz de crear un argumento sólido y una historia de amor creíble. La
trama avanza cogida con pinzas, casi dejándolo a nuestra imaginación.
En definitiva, ha sido una lectura agradable en algunos
aspectos, pero tiene puntos muy flojos.