Ahora que la muerte no está lejos
(la verdad es que siempre estuvo cerca),
y me hace cada vez más carantoñas,
me acuerdo -porque truena-, de los Dioses
de mi infancia, los Dioses de mis padres,
para pedirles un buena muerte.
Y me acuerdo de uno, sobre todo,
que son tres (como el Corum de Mike Moorclock):
aquel Anciano de tan mal carácter
que presidía el Viejo Testamento,
el guapo mozo al que crucificaban
en el Nuevo, y el Pneuma o Santo Espíritu,
que los funde y congrega en la Paloma
que corona la frente del Anciano.
Señor de mi niñez, aunque no existas
(¿existo acaso yo?), quiero pedirte
por escrito, con pólizas y sellos,
que el terrible momento de mi tránsito
a las estrellas (o al ardiente Tártaro)
sea apacible y suave, sin dolores;
que me vaya a la luz (o a la tiniebla)
sin estridencias y sin dar la lata,
después de haberme puesto a bien contigo
y con toda mi gente.
Sé que hay muchas variables
que pueden influir
en el momento de morirse uno,
casi siempre molestas y angustiosas,
y que no puedes darle a todo quisque
una muerte benéfica y serena.
Sé, además, que no soy un buen cristiano
y que tengo problemas de empatía
con los desheredados de este mundo.
Pero, a pesar de todo, te lo pido,
amparado en la fe de mis mayores,
en mi proverbial jeta y en la hondura
infinita de tu misericordia:
dame una buena muerte, sé benévolo
conmigo en ese trance, por favor.
In memoriam, Irene M.M. (1 de junio de 2011)
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viernes, 1 de julio de 2011
viernes, 15 de octubre de 2010
Poesía
El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan.
demasiado rápido para aquellos que temen,
demasiado largo para aquellos que sufren
y demasiado corto para aquellos que se regocijan.
Pero, para aquellos que aman, el tiempo
es la eternidad...
demasiado rápido para aquellos que temen,
demasiado largo para aquellos que sufren
y demasiado corto para aquellos que se regocijan.
Pero, para aquellos que aman, el tiempo
es la eternidad...
sábado, 12 de junio de 2010
Reflexión
Si pudiera vivir de nuevo mi vida...
en la próxima cometería más errores, sería más tonta de lo que he sido.
De hecho, tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénica, correría más riesgos.
Haría más viajes, contemplaría más atardeceres...
Subiría más montañas, nadaría más ríos,
iría a más lugares a donde nunca he ido.
Comería más helados y menos habas.
Tendría más problemas reales y menos imaginarios...
Yo fui de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida: claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos: no te pierdas el ahora...
Era de esas que nunca iba a ninguna parte sin termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas.
Si pudiera vivir comenzaría a andar descalza a principios del otoño y seguiría así hasta concluir la primavera...
Daría más vueltas en callecitas, contemplaría más amaneceres...
Y jugaría con más niños. Si tuviera otra vez la vida por delante.
Este texto se atribuye a Nadine Stair, escritora estadounidense de quien se tienen muy pocos datos biográficos. Se cree que tenía 96 años cuando lo escribió y representa la mirada atrás de alguien que ha recorrido un largo camino, al tiempo que una invitación a los jóvenes para disfrutar cada maravilloso instante de la vida.
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